Cuando el hospital también cura: la importancia del espacio en la experiencia del paciente

Nacho-Vallejo
5 min read5 days ago

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Imagen generada por AI

Trabajar en la consultoría (por cierto, qué poco me gusta este nombre) de medicina interna para los servicios quirúrgicos y viendo “ectópicos” (menos me gusta este otro) me ha permitido volver a recorrer todo el hospital. La interacción con otros profesionales distintos a los de mi servicio, visitar diferentes plantas y moverme entre los edificios que constituyen el complejo hospitalario es una fuente inagotable de análisis.

Más allá de la actividad puramente asistencial, hoy quiero detenerme en un detalle que no me ha pasado desapercibido: cómo puede variar la experiencia de los pacientes hospitalizados en función del espacio físico en el que se encuentren. Y no hablo solo de la cultura de los profesionales, que sin duda influye y puede diferir entre unidades, sino de algo más básico y, paradójicamente, menos debatido: la hostelería hospitalaria.

Porque la experiencia del paciente no se define únicamente por la calidad técnica de la atención sanitaria o la calidez del trato humano. También depende de elementos aparentemente menores, pero con un impacto profundo: la luz natural que entra por la ventana (o la falta de ella), el ruido nocturno, el confort del mobiliario, la temperatura ambiental, el estado de los baños o la posibilidad de contar con un mínimo espacio de intimidad.

Estos detalles no son anecdóticos. Un paciente hospitalizado durante días o semanas convive con su entorno, y este puede ser un aliado en su recuperación o, por el contrario, una fuente adicional de malestar. No es lo mismo estar en una habitación amplia, luminosa y bien acondicionada que en una estancia con escasa ventilación, sin persianas funcionales o con un ruido constante que impida el descanso.

Estas diferencias existen y, a menudo, dependen de la planta en la que se ingresa, del edificio donde se ubica el paciente o de la antigüedad de la infraestructura hospitalaria. Y aquí surge la pregunta clave: ¿hasta qué punto somos conscientes de que el espacio físico también cuida (o descuida) a los pacientes?

En un momento en el que la experiencia del paciente se ha convertido en un eje estratégico de la asistencia sanitaria, quizás deberíamos prestar más atención a la arquitectura hospitalaria desde una perspectiva verdaderamente humanizada. Porque la salud no solo se trata con fármacos y procedimientos, sino también con entornos que favorezcan el bienestar, el descanso y la recuperación.

Y en este análisis no podemos olvidar a quienes sostienen el sistema desde dentro. La humanización no debería quedarse solo en los espacios para los pacientes; también los profesionales necesitan entornos que cuiden de ellos. Zonas de descanso dignas, iluminación adecuada, espacios para la desconexión… Son factores que influyen en su bienestar y, por extensión, en la calidad de la atención que pueden brindar. Otro capítulo que merece ser revisado con detenimiento.

¿Un privilegio o un estándar?

Pero volvamos a los pacientes. ¿Algunos se benefician más que otros de las iniciativas para mejorar su experiencia? ¿O no deberíamos asegurarnos de que todos, en sus circunstancias particulares, reciban ese cuidado? Los ancianos, los pacientes crónicos, los oncológicos, los niños, aquellos que requieren hospitalizaciones prolongadas… Cada persona que transita por un hospital, en una situación de vulnerabilidad, sufrimiento o enfermedad, necesita encontrar un entorno que le cuide tanto como el propio equipo asistencial.

Y no es solo una cuestión de sentido común. Ya existen evidencias claras sobre el impacto de la arquitectura en la recuperación de los pacientes. Artículos en revistas de prestigio insisten en la importancia de aspectos como el sueño, la nutrición, el movimiento o la conexión social, elementos esenciales para la mejora clínica y que, sin embargo, siguen siendo sistemáticamente descuidados en demasiados entornos hospitalarios.

Mirar más allá del diagnóstico

¿No va siendo hora de que empecemos a mirar más allá del diagnóstico y el tratamiento, y pongamos el foco en el entorno que rodea a la persona enferma?

En este aspecto, afortunadamente, hay áreas de conocimiento que nos llevan la delantera y de las que podemos aprender. Qué necesaria es esa sensibilidad con el espacio, y qué diferencia marca cuando se pone en práctica. Me encanta esa planta de oncología donde se han cuidado los colores, donde hay varias fuentes para lavarse las manos o coger agua a lo largo del pasillo, donde han habilitado un rincón como sala de lectura con libros. Pequeños detalles que cambian mucho la percepción de la estancia hospitalaria.

El hospital pediátrico es otro ejemplo. Por mi condición de internista, lo visito poco o nada, pero es evidente que aquí hay un cuidado natural por los espacios y por hacer de la hospitalización una experiencia diferente en la medida de lo posible. Se entiende que el entorno importa. Entonces, ¿por qué no extendemos esta filosofía al resto de las áreas asistenciales del hospital?

De la inspiración a la acción

Aquí faltan cosas, y no pocas. Cosas que ya se están haciendo en otros centros y que han demostrado su impacto en la recuperación y bienestar de los pacientes. En el Hospital del Mar en Barcelona, por ejemplo, los pacientes pueden salir a ver el mar en compañía de sus familiares. Nosotros tenemos un clima benigno, ¿por qué no aprovecharlo?

¿Por qué no dar mejor uso a las zonas verdes y jardines del hospital para que no sean solo decorativos, sino que formen parte activa del proceso de recuperación? ¿Por qué seguimos viendo la realidad virtual como algo exclusivo para niños? Los ancianos, los pacientes con movilidad reducida o aquellos hospitalizados durante largas estancias también podrían beneficiarse de ello.

Otra cuestión clave es la movilidad dentro del hospital. El acompañamiento es importante, pero a veces la sensación es la de un centro comercial más que la de un hospital. El bullicio, los pasillos llenos de familiares a cualquier hora, las conversaciones en voz alta… Todo esto rompe la atmósfera de descanso que los pacientes necesitan.

Respetar los espacios, las horas de sueño, el silencio… Esto también forma parte del cuidado. No podemos descuidar el impacto que tiene en la evolución de los pacientes algo tan básico como garantizar un entorno propicio para la recuperación.

La urgencia de un cambio real

Hoy he terminado la mañana con un paciente de larga estancia. Más que hablar de su proceso, he podido sentir, de primera mano, la importancia de los pequeños detalles. Su habitación no era precisamente de las más cómodas, a pesar de que se han puesto en marcha iniciativas como la personalización de la dieta y otros cuidados.

Pero creo que una frase de su familiar lo resume todo:
“Salir de la habitación, respirar aire y ver el cielo.”

Tan simple, tan básico y, sin embargo, en muchos casos, tan difícil de conseguir dentro de un hospital.

Hay que atreverse a cambiar las cosas. No basta con pequeños ajustes. Hace falta una visión diferente, una apuesta real por entornos de hospitalización que cuiden tanto como los tratamientos. Porque la humanización no es un eslogan. Es una necesidad. Y sobre todo, una deuda pendiente.

#cambiahospital

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Written by Nacho-Vallejo

Husband, father, humanist, romantic. Sometimes theater actor. Internal Medicine. My opinions are my own. #cambiahospital

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