Altas hospitalarias tempranas durante el día, ¿misión imposible? ¿impacto sobre los pacientes?
Dar altas hospitalarias antes del mediodía ofrece ventajas y no solamente en el ámbito de estas instituciones sanitarias. Disponer de camas para facilitar precozmente los ingresos durante la tarde ayuda a minimizar los cuellos de botella en todo el sistema. Se trata, entre otras cosas, de reducir los tiempos de espera en nuestras urgencias y “colocar al paciente correcto en la cama correcta de forma oportuna”. Como refieren algunos autores “no solo es un problema de flujo de pacientes, también es una cuestión de seguridad del paciente”.
Pero en nuestros hospitales este imperativo raramente se contempla como un objetivo que implique a toda la organización y, en muchas ocasiones, nos dejamos llevar por la inercia y la descoordinación cuando la realidad es otra. A primera hora de la tarde, la demanda de este recurso hospitalario se dispara fruto de la actividad reglada de los quirófanos, el aumento de la presión asistencial en urgencias, la salida de pacientes de las unidades de cuidados intensivos y los ingresos programados o urgentes. Situación que coincide con pacientes que están de alta y todavía no han abandonado el hospital. Como consecuencia, es frecuente que los ingresos se realicen bien entrada la tarde noche, o incluso de madrugada. ¿Tiene esta circunstancia algún impacto en los pacientes? Pues parece que sí. Ya era conocido el aumento de la mortalidad en pacientes ingresados durante los fines de semana. Pues bien, algunos autores identifican que los pacientes que ingresan por la noche también experimentan tasas de mortalidad más altas, siendo los efectos “fin de semana” y “noche” aditivos. Las razones para estos hallazgos necesitan una mayor investigación, pero, en cualquier caso, deberían ser un potente estímulo para analizar e introducir cambios organizativos en nuestras instituciones sanitarias.
A la hora de proponer soluciones, ¿es realista plantear como objetivo que los médicos demos altas antes de las doce de la mañana? Me parece muy sugerente la lectura de la entrada “Average Time of Discharge: Why a Hospital is Not a Hilton” (Tiempo promedio de alta: por qué un hospital no es un Hilton). En ella, el curtido médico hospitalista norteamericano Bob Wachter relata la dificultad que tiene conseguir, en el día a día, dicha meta. Priorizar la atención de los pacientes más enfermos, la variabilidad en la complejidad del problema de salud de la persona hospitalizada, la disponibilidad de resultados de exámenes complementarios, conversar con el paciente, con las familias, con otros profesionales sanitarios…, son factores que pueden retrasar el momento del alta hospitalaria. Por otra parte, sigue Wachter, para una adecuada definición de dicho objetivo convendría tener presente también la estancia media hospitalaria. Servicios con una estancia media prolongada y altas tardías en el día a día, pueden tener problemas que analizar; servicios con una estancia media corta y altas tardías, probablemente estén haciendo bien su trabajo.
Se han publicado diferentes estrategias de mejora dirigidas a intentar reducir los tiempos en el momento del alta hospitalaria. De entre todas me ha parecido interesante reseñar dos de ellas. El artículo “Improving Patient Flow: Analysis of an Initiative to Improve Early Discharge” (Mejora del flujo de pacientes: análisis de una iniciativa para mejorar el alta temprana) Una interesante experiencia con buenos resultados de la que podemos extraer algunas lecciones. En segundo lugar “Using a Systematic Framework of Interventions to Improve Early Discharges” (Uso de un marco sistemático de intervenciones para mejorar las altas tempranas), documento que identifica como barreras comunes para un alta temprana: la falta de comunicación y trabajo en equipo entre los diferentes profesionales que atienden a la persona ingresada; la necesidad de disponer y coordinar recursos en el domicilio que garanticen en el momento del alta la continuidad de los cuidados; la organización de los traslados, el transporte al domicilio y la coordinación entre diferentes servicios: trabajadores de limpieza, ambulancias, servicio de admisión, etc.; y por último, la necesidad de comunicar las expectativas del momento del alta con los pacientes y con los familiares.
Los profesionales sanitarios tenemos trabajo por delante. El análisis de las circunstancias que acompañan al momento del alta hospitalaria puede identificar interesantes áreas de mejora. Una oportuna planificación del alta hospitalaria desde el mismo momento del ingreso y más trabajo en equipo, son sugerencias que podemos aportar desde ya. Pero nuestras organizaciones, directivos y cargos intermedios no se pueden quedar atrás. Entender que esto realmente es un esfuerzo que debe implicar a toda la institución y a todos y cada uno de sus trabajadores, es una tarea en la que los responsables de la gestión de nuestros hospitales deberían implicarse más si cabe. Campañas educativas sobre las repercusiones para la seguridad del paciente, reducir si es posible los tiempos en urgencias, reunir periódicamente a los profesionales implicados, mejorar los sistemas de información para permitir una retroalimentación en tiempo real, son aspectos que considerar y trabajar.
Termino con un lema que fue propósito de una campaña publicitaria del Hospital Mount Sinaí en Nueva York y que enlaza con algunas de las reflexiones propuestas y otras necesidades de cambio en la asistencia y en la organización hospitalaria: “Si nos quedamos sin camas, es que hemos fracasado”. En tiempos de pandemia tenemos que seguir cuidando nuestros recursos y coordinar nuestras tareas. Nuestros pacientes estarán más seguros y valorarán mejor la experiencia.
#cambiahospital